El hombre más inteligente del mundo y por qué nunca has oído sobre él

William James Sidis, con solo 8 años de edad, ya dominaba varios idiomas: el latín, griego, francés, ruso, alemán, hebreo, turco y armenio. Según su hermana, su coeficiente intelectual estaba entre los 250 y 300 puntos. Pero a pesar de sus dotes, fue un hombre que se mantuvo en el olvido.

Nació en Nueva York en 1898. Su padre fue un psicólogo especializado en Harvard, y su madre, doctora en Medicina. En la casa predominaban las altas expectativas. Desarrollaban un ambiente con enfoques psicológicos para impulsar el intelecto del hijo.  

Con 11 años, ingresó en la Universidad de Harvard. Considerado un niño prodigio y el hombre más inteligente del mundo,  por sus habilidades lingüísticas y dominio de las matemáticas. A esa edad llegó a dar tertulias, en la que participaban profesores y estudiantes. Obtuvo su licenciatura cum laude, a los 16. 

Fue objetado por la sociedad, se declaró ateo y socialista. Participó en marchas políticas cuestionadas durante aquellos años. En 1919, lo arrestaron por ser parte de una protesta violenta en Boston, sentenciado a 18 meses de cárcel.  

La presión tanto familiar, como por parte de jóvenes, mayores y la prensa, terminaron afectandolo. Después de graduarse, sufrió una crisis, producto a su educación de forma intensa y casi forzada. Llevandolo a decidir por una vida apartada y en anonimato.

Este articulo te va a interesar: El efecto Einstein: La gente confía más en las tonterías si cree que las ha dicho un científico.

La soledad, un destino en el intelectual

Ser inteligente abre puertas, pero en ocasiones puede ponerte las cosas difíciles. William, nunca aprendió capacidades para socializar de manera adecuada. Fue incapaz de aprovechar su intelecto, y terminó destruyéndose a sí mismo. 

Escribió varios libros sobre la historia de América y la termodinámica. Publicó periódicos editados por él mismo. Siempre usaba seudónimos para que no lo detectaran. Su madre escribiría tiempo más tarde, ʺlos periódicos no desaprovecharon ninguna oportunidad de probar que estaba loco o era un psicótico o simplemente un frikiʺ.

A sus veintitantos años el futuro esplendoroso que se le auguraba una década antes, había desaparecido. Volvió a la Costa Este, solo y alejado de su familia. Aceptó trabajos en puestos que no requiriese de tanto esfuerzo, ni tuvieran responsabilidades. Labores que le permitieran llegar a fin de mes. 

Muchos decían que sus talentos eran desperdiciados, a lo que dijo y cito: “la visión de una fórmula matemática me enferma, lo único que quiero es usar una calculadora y que me dejen en paz”. Señal de que a pesar de su inteligencia, no estaba preparado para enfrentar al mundo.

El joven, considerado como el hombre más inteligente del mundo, falleció a los 46 años a causa de una hemorragia cerebral. Lo encontraron una semana después, y a su lado, entre sus objetos personales, había una fotografía del rostro de la mujer a la que nunca le declaró su amor.

Vendergood, el idioma propio, del hombre más inteligente del mundo

Sidis creó una lengua propia, a la que llamó Vendergood y que escribió a la edad de ocho años. Se basaba sobre todo en el latín y el griego, pero también incluyó elementos del alemán, del francés y de otras románicas.

El Vendergood utilizaba un sistema de números de base 12, porque como él mismo explicó, “La unidad al vender cosas es 12, las cosas (docenas), y 12 es el más pequeño número que tiene cuatro factores”.

IQ más altos de la historia.

Durante décadas, han nacido personas, que desde edades muy tempranas han aportado soluciones a la sociedad. Mentes extraordinarias, con un coeficiente intelectual (IQ) representativo y cuya contribución científica y reconocimiento social los hizo protagonistas de cambios importantes en la humanidad.

Albert Einstein con un coeficiente intelectual de 160, Isaac Newton con 190 o en recientes años, los 152 de Mark Zuckerberg. A los 9 años Blaise Pascal había escrito un tratado de matemáticas. Mozart tenía cinco cuando comenzó a componer sonatas, Jon Von Neumann contaba chistes en griego clásico y era capaz de realizar complejos cálculos mentales.

Y por si fuera poco, existe también una niña de nombre Dayaal Kaur, natural de Reino Unido. Con solo tres años tiene un IQ de 142 puntos. Reconocida por su intelecto. Tras presentar una prueba de ingreso, vía online, para el Club de Membresía Mensa.

Christopher Langan, apodado como “El hombre más inteligente de América“, con un índice entre 195 y 210. Nació en San Francisco en 1952. En la escuela secundaria conquistó matemáticas avanzadas, física, filosofía, latín y griego. Aunque no eligió una carrera académica, durante su tiempo de inactividad se dedicó a desarrollar su Modelo Cognitivo-Teórico del Universo. 

Stephen Hawking, con un coeficiente intelectual de 160 y el primero en presentar una teoría de la cosmología. Falleció en su casa de Cambridge. Nunca permitió que la discapacidad que padecía lo limitara en su intensa búsqueda por responder ¿cómo se formó el universo?

Garry Kasparov, ex ajedrecista ruso que debido a sus históricos logros, le dio entidad mediática a este deporte. En 1985 se proclamó campeón del mundo más joven de la historia. Su récord, alcanzó la cantidad de 2.800 puntos (cifra nunca antes conseguida).

Las matemáticas también son el campo de trabajo de Terence Tao. Con un coeficiente de 230 puntos, el genio resolvía problemas de aritmética desde los 2 años. Ganó las olimpíadas en dicha asignatura, a los 13.  Completó su doctorado en la Universidad de Princeton con 20. Y la UCLA lo tuvo en cuenta, como profesor, desde los 24 años. 

Arnav Sharma es un jovencito con IQ 162. A la edad de 9 años, desarrolló un dispositivo para monitorizar el asma. Con el objetivo principal de prevenir los ataques por dicha enfermedad, en niños. Tras completar una prueba en solo 2 horas y media, logra convertirse en miembro de la asociación MENSA UK.

El 0,5% de la población mundial presenta coeficiente mental superior a 140 puntos. Cada una de estas mentes radiantes demuestra que la inteligencia, puede ser manejada de múltiples formas, y únicamente depende del individuo.