La ciudad barroca un viaje en el tiempo

El barroco se manifiesta por primera vez en la región occidental de Europa, específicamente en Italia. Surge a finales del siglo XVI y se extendió hasta el XIX, llegando hasta América por medio de los jesuitas. En esta época se dieron fuertes conflictos religiosos y una pequeña burguesía comenzaba a preparar las bases del capitalismo. Se convierte entonces esta corriente artística en un movimiento que refleja los ideales de poderío.

La nueva tendencia legó miles de obras majestuosas en campos como la literatura, pintura, escultura, música, arquitectura, entre otros. Se reconoce por la presencia de numerosas líneas curvas que exaltan la decoración de forma exagerada. Por muchos años fue objeto de insultos, se decía que era un estilo mentiroso, extravagante, recargado, de mal gusto. Entre sus máximos exponentes se encuentran Jacob Burckhardt, Benedetto Croce y Eugenio d’Ors.

La ciudad barroca siempre va a poseer una arquitectura en búsqueda de movimiento. Esto se puede evidenciar en el empleo de ondulaciones para decorar columnas y fachadas. Las edificaciones no se rigen a un eje específico en sus figuras, tratan de combinar todas las ya conocidas. Es por eso que el barroco es sinónimo de riqueza ornamental. Cubre de detalles todo el espacio y juega con la luz natural para crear ilusiones ópticas.

Basándose en las descripciones del templo de Salomón en la Biblia, las estructuras se extienden sobre gigantescas columnas torneadas. Los arcos, adornos en espiral, ventanas curvadas, escaleras retorcidas, óculos, recibidores para mostrar colecciones artísticas son frecuentes objetos arquitectónicos. Es un arte que abarca además el urbanismo con jardines, fuentes, plazas y avenidas para conectar las obras con lo circundante. Las construcciones más representativas son los palacios y las iglesias.

Este tipo de edificaciones marcó el inicio de la arquitectura barroca, agrupando las tendencias renacentista y manierista previas. La Iglesia del Gesù de Roma es la primera obra de su tipo. Dispone de una planta central y capillas en otra con forma de cruz para albergar el mayor número de fieles. Una cúpula enorme subrayada centra todo el espacio hacia el fondo para así lograr armonía entre los pisos.

Su fachada sigue el modelo de Giacomo della Porta. Este arquitecto italiano dramatiza la pieza con muchos elementos dispuestos gradualmente hacia el medio del diseño. Esta es una característica común a los modelos de la Iglesia de Santa Susana y la Basílica de San Andrés del Valle. El aporte barroco en estas instituciones elimina la continuidad de la lógica interna desde la entrada. Revolucionó la concepción del espacio para convertir lo externo, como organismos plásticos, en transición al interior del local.

Dentro de las iglesias barrocas presenciamos decoraciones consistentes en forma de ángeles, con elementos de la flora y fauna. Objetos de orfebrería y carpintería de gran valor, combinados además con otras expresiones del arte como la escultura. El empleo de oro, joyas e incrustaciones de diamantes es muy frecuente. Subjetivamente, la estructura intenta muestra en un todo la fuerza y riqueza del poder político imperante.

El palacio italiano y sus similares en el resto de Europa mantuvieron el concepto de residencia desarrollado en el Renacimiento. Un patio cercado por toda la edificación. El frente está constituido por cuerpos gigantes resaltados y decorados con gran precisión que buscan impresionar al espectador. Se continúa la simetría hacia el interior para dar paso al vestíbulo y el patio. La entrada la forma un atrio que se achica mientras te acercas al centro donde cobra vida la construcción.

Sin embargo en Francia el palacio urbano aplica el modelo de castillo medieval. Las condiciones del clima precisan un aprovechamiento de la energía solar en sus instalaciones. Aspecto que conllevó al diseño escalonado de las fachadas y extensas aberturas en los costados. Siempre están separados del movimiento de la ciudad por un espacio exterior llamado d’honneur. Vivos ejemplos de este estilo son el Palacio de Luxemburgo y el Palacio de Versalles. Estos edificios contienen además pabellones con recámaras principales en cada piso.

Al omitir los muros y fortalezas la ciudad barroca permanece abierta con un diseño propio en forma de anillo. Las calles convergen hacia la plaza formando una especie de circuito centralizado. Persiguen la idea renacentista de permanecer con una geometría armónica. Las grandes avenidas te invitan a presenciar fuentes y estanques con alto valor patrimonial.

Hoy en día existen ciudades que conservan escenarios que son puro arte barroco. Partiendo de la raíz, podemos referirnos a Roma, con su Iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes, diseñada por Francesco Borromini. Le sigue la basílica de San Pedro con sus 140 estatuas empotradas sobre columnas colosales. Aquí aunaron fuerzas grandes de la historia como Miguel Angel, Gian Lorenzo Bernini y Carlo Maderno.

En París destaca la obra maestra Los Inválidos, museo concebido en sus inicios como hogar de veteranos. Es una colaboración de Jules Hardouin-Mansart y Liberal Bruant que actualmente es el sitio donde reposan los restos de Napoleón Bonaparte.

Viena cuenta con su emblemática Iglesia de San Carlos Borromeo. Johann Bernhard fue el ganador del concurso encargado por el emperador Carlos VI para el diseño de la misma. Lamentablemente falleció antes de verla terminada pero su hijo tomó las riendas de los detalles que faltaban.

En St. Petersburg, Rusia, se encuentran la Catedral de Smolny, el Palacio de Invierno y el Kunstkammer. Alemania tiene el Palacio SansSouci, el Residencial y México la Capilla del Pocito en Guadalupe.

Existen muchísimas ciudades que cuentan con obras que son paradigmas del arte barroco. Han trascendido fronteras y se quedaron en la historia como elementos arquitectónicos que transformaron el pensamiento y los estilos posteriores.